Hagamos caso a Greta

Publicado el 27 de octubre de 2019

¡El fin está cerca!, ¡El planeta se muere y no hacemos nada! Debemos rendirnos a la evidencia y actuar. Llevamos demasiado tiempo ignorando las señales, tapándonos los oídos ante la voz del cambio, la voz de Greta. Al principio estaba ciego, pero ahora veo. Greta me ha despertado de mi letargo, me ha llevado al camino de la luz. He comprendido, aunque quizá tarde, que todas las consignas de esta nueva religión que me gusta denominar Antropocambioclimatismo apuntan hacia una misma dirección: nuestro pequeño proyecto de fundar una pequeña comunidad. Veréis.

Greta Thunberg, para los que no la conozcáis, es una activista sueca en contra del cambio climático y que algunos medios no dudan en apodar la “ecoheroína”, porque a sus escasos 16 añitos ha conseguido ser la protagonista de la crisis de moda, la cabeza visible de un problema global que asola la tierra y que puede arrancar de cuajo el futuro de nuestros hijos. Ella es el baluarte contra un hecho catastrófico que podríamos resumir en pocas palabras: el clima cambia por nuestra culpa y solo nosotros podemos revertir el cambio.

Aunque Greta es esa chiquilla repelente con permanente cara de enfado, la típica figura infantil creada por Disney cuya particular sensibilidad e inocencia le permite ver cosas que los adultos ya no pueden, me ha inspirado a escribir esta breve guía para mejorar un poco el mundo y el compromiso social de las buenas gentes de Occidente.

Como todos sabéis, casi todos los medios de transporte modernos, así como las fábricas e industrias, emiten diariamente cantidades inmensas de CO2 que contaminan nuestros océanos y se acumulan en la atmósfera, provocando el famoso efecto invernadero. Desde La Semilla de Mostaza nos hemos querido sumar a esta lucha contra el cambio climático y planteamos algunas soluciones:

1. El ‘Impuesto al Carbono’

La creación de un impuesto al Carbono que sustituya al IRPF y se aplique a todos. Consistiría en un impuesto cuyo hecho imponible es la emisión de carbono y por el que cada ciudadano tendría que pagar al Estado una cuota según la cantidad de carbono que ha emitido anualmente. De esta forma, disminuiríamos considerablemente el consumo de fuentes de energía combustibles y volveríamos a otras más tradicionales como caminar o calentar el hogar con leña.

2. Familia y trabajo

Ya que en la sociedad moderna son dos de cada familia los que tienen que ir a trabajar y cada uno de ellos debe desplazarse a un lugar distinto, nos hemos preguntado, ¿no se reduciría el consumo a la mitad si solo uno de los cónyuges o de la ‘pareja’ tuviera que ir a trabajar?, tiene pinta. Por tanto, proponemos ayudas estatales a las familias, pagadas con la recaudación del Impuesto al Carbono, para que uno de los dos pueda quedarse a mantener el hogar y así reducir drásticamente las emisiones.

En este punto, cabe mencionar que la tendencia progresiva a que la unidad familiar se rompa y divida en dos o más hogares aumenta la necesidad de añadir medios de transporte cuando tradicionalmente cada familia se desplazaba en uno solo. La cultura del divorcio es también un factor contaminante terrible, si lo pensamos detenidamente.

3. El problema de la carne

Se han escrito en las últimas décadas miles de artículos científicos (presuntamente) que denuncian la producción en masa de carne ante la creciente demanda en todo el mundo. Para Greta, el factor clave de un planeta sano es, en general, la abundancia de vegetación y de bosques, en particular, y la producción masiva de carne exige la deforestación de grandes superficies. En Alemania, por ejemplo, han decidido echar una mano incrementando el IVA de la carne del 7 al 19%, mientras ponen trabas a la cría y consumo de ganado propio, ya que, si no tiene fines comerciales no interesa. Esto es un error, se deberían promover políticas en pro del consumo del ganado particular o de pequeños negocios no exportadores, como podría ser la carnicería de un pueblo.

La obligación de criar al ganado de forma ecológica, con unos requisitos de superficie mínima por cada animal y unas condiciones idóneas de alimento, creciendo y reproduciéndose en libertad, frenaría enormemente la producción de carne en todas partes, ¿o no?

4. “No tengáis hijos”

Nuestra admirada Greta nos alerta contra la insistente fijación de la gente por tener hijos. El cambio climático lo hemos provocado nosotros, los humanos. Por tanto, cuantos más hijos tengamos, más factores contaminantes traeremos a esta tierra desolada. Sin embargo, en este asunto queremos echar una mano a Greta y darle una vuelta de tuerca más a sus brillantes ideas. Reflexionemos solo un instante, por probar: si los que estamos sesudamente en contra del cambio climático no tenemos hijos, ¿quién defenderá la causa mañana? ¿estamos dispuestos a abandonar nuestro planeta en manos de culturas que carecen por completo de respeto por el medio ambiente y cuyas tasas de natalidad son actualmente mucho más altas que las nuestras? Sería una irresponsabilidad y diría mucho sobre nuestro compromiso con la lucha.

¡Debemos tener hijos! ¡Muchos! Montones de ecohijos que hagan perdurar la cultura del respeto por la naturaleza y la vida sencilla. Que mantengan las tradiciones y cuiden a sus mayores para revertir el cambio al que un mundo industrializado nos arrastra sin piedad. ¡Salgamos de la ciudad contaminante y volvamos al campo!. En definitiva y por nuestra causa, hagamos caso a Greta.