La Comunidad

Cuerpo a tierra

Publicado el 19 de abril de 2020

EL FRÁGIL SISTEMA

Confinados en nuestras casas por el coronavirus no podemos más que sentirnos ciertamente impotentes y con la perspectiva de futuro más incierta que la mayoría hayamos vivido jamás. El virus que parecía poco más que una gripe ha sido declarado pandemia mundial por los globalistas de la OMS, y ha venido para cambiar radicalmente nuestras costumbres y nuestra forma de concebir el mismo sistema. Los hospitales están colapsados, las iglesias cerradas. Es una imagen aterradora, pero no pretendo asustar ni desanimar con este artículo, sino todo lo contrario. Sigan leyendo.

Ha quedado patente que el sistema es tremendamente frágil. Llevamos décadas trabajando duro para ser como dioses, cosa que aparentemente funcionaba, hasta que un bicho de 120 nanómetros de diámetro nos ha desbaratado el plan en un suspiro. La naturaleza más cruda y más real se ha reivindicado cruelmente contra nuestra inmensa fantasía: nuestra nueva civilización construida sobre la mentira de que la felicidad se sirve en mono dosis de entretenimiento sin fin y la concepción de que el contexto socio-emocional prima sobre la verdad de las cosas. Los que la fomentaron asisten ahora aterrorizados al desvanecimiento imparable de sus proyectos. ¿Dónde quedará la ideología de género cuando no sepamos si comeremos mañana? ¿Quién dedicará un solo segundo a atender el deterioro de los océanos cuando el índice de paro alcance el 30%? ¿Qué comeremos o vestiremos si hay desabastecimiento cuando nos han robado las manos, convirtiéndonos en seres dependientes de la técnica de otros para sobrevivir?

El mundo moderno, no exclusivamente en las grandes ciudades, está organizado de tal forma que todos dependemos de la ciencia de otros para el desarrollo de nuestro sustento básico. Empezando por mí y hablando en general, no cultivamos ni criamos nuestra comida, no tejemos nuestras prendas, ni siquiera nos cortamos el pelo. De hecho, tendemos a limitar nuestras capacidades a un simple click, creyendo que internet siempre estará ahí, que siempre habrá otros que hagan las cosas por nosotros. El producto de los agricultores, ganaderos, fabricantes de textil, del metal o plástico, de estos olvidados ángeles de la guarda, llegan a nuestras casas mientras cada engranaje del sistema funcione a la perfección, y esto, está demostrado, no tiene por qué durar eternamente.

En no muchos momentos de la historia nos hemos encontrado ante un fenómeno como este, pero en ninguno se ha expandido tanto y tan rápido ni ha encontrado a una civilización tan individualista y dependiente. La destrucción de la familia es la destrucción de la comunidad, y sin comunidad estamos desarmados. La muerte de la comunidad es el triunfo del “sálvese quien pueda”, producto de un liberalismo despiadado promovido en las últimas décadas y camuflado bajo muchos nombres. El gobierno y los medios de comunicación (o de propaganda política) están empleando todos sus recursos y esfuerzos a inocular en nuestros subconscientes mensajes como “todo va a salir bien”, tratándonos como niños. Salimos todos a aplaudir a los balcones a diario y entonamos himnos vacíos, que ni siquiera son nuestros, como “resistiré”, mientras miles de personas mueren, dejando familias destrozadas, impotentes, en vez de guardar cierto luto y tomarnos el asunto como adultos.

SEMBRAR EN TIERRA ESTÉRIL

Las grandes urbes modernas son auténticas ratoneras. Millones de personas habitamos pequeños núcleos, construidos verticalmente como colmenas para que todos, hacinados, podamos disfrutar de una porción del “progreso”. Estamos donde todo se propaga más rápido, como las enfermedades, ya sean físicas o espirituales. Rodeados de distracciones y entretenimientos, pretenden que olvidemos nuestras raíces, y especialmente la verdad inmutable de que todos vamos a morir, y se nos juzgará por nuestros actos, pensamientos e intenciones, y nuestro destino será la salvación o la condenación eterna. Debo reivindicar en este punto la vida sencilla en el campo. Aún con las dudas naturales que le han surgido a este urbanita que les habla. Aún con una inteligencia tan limitada para pronosticar con exactitud cómo funcionaría o para darles a ustedes la explicación perfecta que les haga creer que es lo correcto. Aún con todo, sé que estamos hechos para deleitarnos con la belleza y la verdad. Sé que somos católicos que buscan a Dios en todas partes, y que por mucho que nos empeñemos, nos será prácticamente imposible recoger buen fruto si sembramos donde apenas crece nada. Y no me refiero a la ciudad física, sino como centro de operaciones del demonio.

EL CUARTEL GENERAL 

Algunos pensarán que aquí buscamos el aislamiento total del mundo, que perseguimos el sueño idílico de una comunidad cristiana sin fisuras al estilo Amish, en el que no haya electricidad, ni paganos, ni cuchillas de afeitar, cuando somos bien conscientes de que la misión del cristiano es dar gloria a Dios en todas sus formas y expresiones. Todo esto pasa por estar abiertos al mundo sin ser del mundo.

Una guerra, una guerra real, es algo terriblemente complejo, y el buen general tiene que ocuparse de tantas cosas, tener en la cabeza tantas cosas, que no es extraño que muchos de ellos hayan pasado a la historia como grandes genios: hay ofensivas, asedios, líneas de aprovisionamiento, población civil, moral de victoria o de derrota, armamento, entrenamiento, hospitales de campaña. Descuidar cualquier aspecto puede comprometer la guerra entera.

La nuestra es la guerra más importante, la definitiva, y aunque conocemos su resultado final, no nos es dado rendir nuestra posición ni pecar de triunfalismo, porque no podemos saber en qué fase estamos, y se nos juzgará por lo poco o lo mucho que hagamos según la situación real de nuestro frente.

Y observando esa realidad, lo primero que advertimos es la necesidad imperiosa de dos acciones: entrenamiento -formación y oración- y reagrupación de tropas. Esa es la razón de ser primordial de la comunidad o comunidades que proponemos: que sean el cuartel, el campamento donde se entrenen los soldados que tendrán que salir a combatir mañana.

En el mundo, por continuar con la analogía bélica, hoy somos soldados dispersos, que como sabe cualquier estratega son fácil presa del enemigo. La comunidad no es dar la espalda al Mundo, al campo de batalla: es concentrarse, hacer recuento y entrenar para entrar en combate con posibilidades de victoria.

Clear Creek: un espejo donde mirarse

Publicado el 8 de noviembre de 2019

Son varias las personas que nos han propuesto escribir sobre otras iniciativas similares a La Semilla de Mostaza: ¿hay alguien que lo haya conseguido? ¿Ha funcionado antes? La respuesta es sí, aunque no en todos los sitios de la misma manera. Veamos un primer ejemplo.

Clear Creek

En primer lugar, quiero presentar el caso de la comunidad de laicos que se han reunido en torno a la abadía benedictina de Clear Creek, en Oklahoma. Este monasterio fue oficialmente fundado el 11 de febrero del año 2000. En los alrededores se han ido agrupando varias familias que han formado una comunidad agraria. No se han constituido como una comunidad política, legalmente hablando, pues carecen de una forma organizada de gobierno. Son entre 40 y 50 familias que se han ido reuniendo de forma espontánea y natural, no con la idea de formar una agrupación de familias católicas, sino con la intención de estar cerca de los monjes, atraídas en gran parte por su liturgia tradicional.

Es decir, el proceso no es el mismo que el que se llevaría a cabo mediante esta web. Nosotros somos un grupo de cristianos que queremos agruparnos para vivir la fe de una manera más profunda y procurar una mejor educación a nuestros hijos. Ellos, sin embargo, no son familias que intencionadamente viven en común, sino que han ido a parar allí con un objetivo diferente: el estar cerca de una comunidad monástica con liturgia tradicional. Digamos que la presencia del monasterio les confiere estabilidad.

No hay puestos de trabajo cercanos. El banco, la tienda, o la cafetería más próxima están a casi una hora en coche. Muchas de las personas que viven allí, comenta el padre abad Philip Anderson, viven en pobreza material, pero en gozo espiritual. Mike Lawless, uno de los lugareños, afirma: “Agrarismo significa que trabajas el doble para ganar la mitad”. Es importante no ser un romántico sobre esto. Es complicado, hay que doblar el lomo.

Mark Wheeler, uno de los primeros en asentarse en la zona del monasterio, dice: “Nuestro objetivo al mudarnos aquí era educar la conciencia y el intelecto de nuestros niños de una manera particular, sin que la sociedad nos quitara esa autoridad”. Igualmente, Josh y Laura Martin se trasladaron a Clear Creek cuando estaban esperando su quinto hijo. También andaban en busca de un lugar mejor para educar a sus vástagos. Fue duro al principio. Josh intentó dar el salto de un puesto de gerencia al trabajo manual, algo que finalmente no funcionó. “Después de 4-5 años me di cuenta de que tenía que trabajar en algo que supiera hacer”. Ahora ocupa un puesto de gerencia en una clínica médica de la zona y las cosas le van mucho mejor.

Andrew Pudewa, fundador del Institute for Excelence in Writing que, entre otras cosas, presta servicios que son una ayuda para los padres que hacen homeschooling, se trasladó con su familia a Clear Creek desde California con el sueño de poder vivir del campo, pero se topó de bruces con la realidad: “Es difícil cultivar la comida; es el sueño de todos, pero nadie está teniendo demasiado éxito”. La tierra que rodea la abadía no es la mejor para la labranza. Sin embargo, Pudewa logró crear un centro comunitario de su compañía editorial que da empleo a más de una docena de habitantes locales. Varios niños que reciben educación en casa asisten allí a clases grupales.

En el pueblo hay algunas opciones de trabajo, y la mayoría de las familias no viven únicamente de la agricultura. Algunos pueden permitirse el teletrabajo, y otros han optado por conseguir empleo en Tulsa, a una hora de camino.

No es una comunidad aislada. Algunas familias, como los Martin, dejan que sus hijos jueguen en un equipo de fútbol local y han hecho muchos amigos no católicos de la zona. Pero no todos en el pueblo son de la misma opinión. El uso de la televisión o de internet varía según la familia y no todos están de acuerdo en el grado de contacto que hay que tener con el mundo exterior. Pero en lo que sí coinciden, es en un fuerte sentido de comunidad y en el deseo de vivir la fe católica. En los eventos más importantes, como bodas, funerales, bailes o fiestas, se reúnen casi todas las familias y, cuando llegan nuevos miembros a la comunidad, todos se prestan a ayudarles a trasladar sus bártulos y a asentarse.

El ejemplo de esta comunidad estadounidense, salvando las diferencias, nos sirve para darnos cuenta de que estas iniciativas no siempre fracasan o derivan en una secta, como algunos se atreven a aventurar. Irse a vivir al campo no significa dejar de tener contacto con el mundo exterior. No se trata de ser Amish católicos. Se trata de apoyarnos los unos a los otros de una manera más cercana, más práctica, en este mundo cada vez más hostil. Tampoco se trata de idealizar la vida rural. Es complicado, no todos tienen por qué trabajar el campo y vivir  de la agricultura. Entre nosotros, además de agricultores, hay varios informáticos, administrativos, abogados, gerentes, profesores, y muchos otros perfiles como farmacéutico, antropólogo, economista, cazador, restaurador, enfermera, publicista… y no todos tienen por qué abandonar su profesión.

Conquistar un Municipio

Publicado el 1 de noviembre de 2019

No estaría mal empezar siendo alcalde. Imaginadlo: unas cuantas familias ocupamos un territorio de no más de 100 habitantes. Por cosas de la vida nos convertimos en la mayoría de la población censada. Presentamos de entre todos a un candidato a la alcaldía, seguramente al que menos ganas tenga de serlo y, ah, alcanza la mayoría de votos. El Ayuntamiento es nuestro.

Así, de sopetón, suena casi cínico, pero no os preocupéis, es democracia legítima y sana.

En mis primeros pensamientos sobre cómo podría prosperar el ideal distributista que perseguimos, y que es motivo fundamental de la existencia de esta web, surgía siempre la imagen de esta pequeña aldea abandonada, triste y vacía, con difuminadas huellas de una historia con canciones y buena bebida. Me imaginaba con unos cuantos locos como yo reconstruyéndola desde abajo, conservando las siluetas dibujadas en el suelo de lo que fueron orgullosas construcciones de piedra. Construiríamos la iglesia del pueblo como debe construirse una iglesia: con forma de cruz, vidrieras y el altar al fondo, incrustado en la roca.

Lo bueno y malo de hacerse adulto es que te vuelves más práctico y empiezas a desechar ideas de tu infancia por absurdas o irrealizables, e intentas economizar esfuerzo y tiempo.

En España hay cientos de Municipios que se mueren. El famoso éxodo rural ha dejado desnudo un territorio que es, en su inmensa mayoría, campo. Y este campo ha quedado como la joven virgen que busca un esposo. Nos llama a repoblarlo, a cimentar raíces profundas y a dar frutos a los que se han dignado a hincar la rodilla para domar la tierra.

El Cardoso de la Sierra, por poner un ejemplo, es un Municipio situado en el pico Noroeste de la Provincia de Guadalajara, haciendo frontera con Madrid y Segovia. Tiene la escandalosa extensión de 186,87 km2 y una población de 64 habitantes. A esta pertenecen los pueblos –ocupados- de Cabida, Bocígano, Colmenar de la Sierra, Corralejo, Peñalba de la Sierra y El Cardoso de la Sierra, que es el núcleo principal por ser la sede del Ayuntamiento municipal. Alberga, para más señas, las ruinas de lo que fue el monasterio cisterciense del Real Sitio de Santuy, que ahora es propiedad privada.

La alcaldía nos proporcionaría un gran margen de maniobra, ya que tiene una serie de competencias en el ejercicio de su gobierno que son muy interesantes para nuestro objetivo. Podríamos destacar competencias tales como la seguridad en lugares públicos, la ordenación, gestión, ejecución y disciplina urbanística, el suministro de agua y alumbrado público, o la participación en la programación de la enseñanza. Esta última incluye la vigilancia del cumplimiento de la escolaridad obligatoria, que cumpliríamos a rajatabla, ¿no?

Sin ánimo de extenderme más, esta es la primera idea que propongo oficialmente para debatir en La Semilla de Mostaza. ¿Es viable hacerse con un municipio?

Presentación y propósito

Publicado el 27 de octubre de 2019

Vivimos en un mundo globalizado y corrupto. Sí, me refiero a Occidente, a esta civilización inmensa que otros levantaron antes que nosotros a lo largo de siglos y siglos, y lo hicieron con una visión sobrenatural del hombre. Con una visión cristiana. Esta civilización vio construir catedrales como Notre Dame, pinturas sublimes como el fresco de la Capilla Sixtina o sonidos tan elevados como el Miserere mei, Deus de Allegri. Maravillas cuyo eco aun retumba débilmente entre los muros de nuestra Europa. Y no es que hayamos perdido la capacidad de hacer todas estas cosas, es que hemos olvidado el fin.

La propaganda LGTBI o ideología de género, es la nueva moda, una “revolución” subvencionada por El Estado y las grandes corporaciones para adoctrinar a una sociedad ávida de protagonismo y emociones vacías, que se ha convertido en una imposición y es tan eficaz en su labor censuradora que sus detractores son castigados con puño de hierro. La dictadura de los depravados. ¿De verdad queréis que a vuestros hijos les enseñen en el colegio que las niñas pueden tener pene y los niños vagina? ¿Aceptaréis sin condiciones un mundo en el que le pueden quitar a un padre la custodia de su hijo por no concederle un cambio de sexo a sugerencia del psicólogo de turno? Con esto no pretenden más que destruir el orden, el que ha sido y será siempre el centro de la historia: la familia.

La mayoría de vosotros, como yo, sufrís otro pequeño inconveniente al que nos hemos más que acostumbrado: el estrés en un trabajo mal pagado. Se trabaja más y se gana menos, esto lo sabe cualquiera. Con suerte podemos permitirnos mantener a uno o dos hijos, medio ahogados en gastos, sin tiempo para disfrutar de la familia. Ambos padres trabajando, haciendo auténticos milagros para que sus hijos les vean las caras un rato breve todos los días. Y no sé vosotros, pero yo quiero poder estar con mi mujer y mis hijos más que el suspiro de tiempo que te proporciona el llegar a casa molido después de largas horas dedicadas a que mi jefe se sienta un poquito menos disgustado. Quiero que mis vástagos puedan correr por el campo cuando quieran, haciendo tonterías, jugando a juegos normales, inventando mundos. Siendo libres. Siendo niños. No es que haya tenido una mala infancia, pero quiero ofrecerles lo mejor que pueda darles.

Somos ya muchos los jóvenes (y no tan jóvenes) cristianos que buscan una vida con un sentido más profundo, que mire hacia Cristo. Personas que no se conforman con un mundo enfermo, exhausto por el extendidísimo relativismo moral. Somos los que creen que la comunidad es fundamental para el crecimiento del hombre, en todos los sentidos. Católicos conscientes de que la persecución es cada vez más evidente y feroz, y que aquellos que quieren vernos desaparecer son cada vez más fuertes. Hemos olvidado cómo vivían nuestros padres. Hemos olvidado que somos la luz de Trento, espada de Roma y martillo de herejes. Somos la semilla de mostaza.

La Semilla de Mostaza es un foro creado para unir a todos los que queremos vivir en comunidad en algún lugar de España, en el campo, donde podamos organizarnos libremente y podamos escapar de la censura y el absurdo del mundo postmoderno. El primer paso es hablar entre nosotros y estudiar las formas de hacerlo posible. Hay mil cuestiones que discutir, mil cosas por hacer, y no es algo que vayamos a conseguir en unas pocas semanas. Necesitamos ideas, resolver preguntas como ¿a qué nos vamos a dedicar para conseguir el sustento?, ¿por dónde empieza la transición del cambio de vida?, ¿dónde viviremos? En este blog propondremos ideas, publicaremos entradas sobre pueblos habitables, legislación de propiedad y suelo, sobre cultivo, caza, crianza de animales, construcción de edificaciones y mucho más.

Sabemos que no será fácil, y por eso tendremos en cuenta las palabras de Chesterton: “La aventura podrá ser loca, pero el aventurero, para llevarla a cabo, ha de ser cuerdo”

¡Bienvenidos!